jueves, 30 de noviembre de 2017

Relatividade e pensamento


Mañá venres temos outra reunión do club de Ciencia e Tecnoloxía. Despois da reunión da semana pasada, na que falamos sobre a Relatividade especial e xeral, estaría ben que lle botáramos unha ollada a este artigo. Está escrito por Brian Greene, catedrático de física e matemáticas da Universidade de Columbia, de N. York (aí é nada), pero coñecido polo gran público, especialmente polos seus traballos de divulgación científica. O artigo, do que extraemos aquí un fragmento para debater na reunión, foi publicado na revista Scientific American (Investigación y Ciencia, para os amigos) en 2015, con motivo do centenario da publicación da Teoría da Relatividade Xeral. 

Ademais das cuestións puramente científicas, que seguramente centrarán o noso debati, o que se propón aquí é a discusión sobre a posible ou non repercusión das ideas de Einstein sobre o pensamento, a arte e outros aspectos da sociedade a principios do século XX. 

O fragmento é este:

"Mientras Einstein planeaba sobre la sociedad, sus ideas sobre la relatividad, al menos en su versión más ampliamente divulgada, parecían concordar con otras convulsiones culturales. Si James Joyce y T. S. Eliot astillaban la frase, Pablo Picasso y Marcel Duchamp escindían el lienzo, y Arnold Schoenberg e Igor Stravinski hacían añicos la escala, Einstein rompió las amarras que hasta entonces habían atado el espacio y el tiempo a los modelos obsoletos de la realidad.
Algunos han ido más lejos y han presentado a Einstein como la inspiración central del movimiento vanguardista del siglo XX, el manantial científico que obligó a repensar la cultura. Aunque resulta romántico creer que las verdades de la naturaleza generaron una ola que barrió los polvorientos vestigios de una cultura atrincherada, nunca he encontrado pruebas convincentes que unan esas convulsiones a la ciencia de Einstein. Una interpretación errónea pero muy extendida de la relatividad —que elimina toda verdad objetiva— ha sido la responsable de que, numerosas veces, el ámbito de la cultura haya evocado de manera injustificada las teorías del físico alemán. Curiosamente, los gustos del propio Einstein eran poco originales: prefería a Bach y a Mozart antes que a los compositores modernos y renunció al regalo de un mobiliario de la Bauhaus porque le agradaba más el clásico y manido que ya poseía.
Con todo, es justo decir que a principios del siglo XX no faltaron las ideas revolucionarias, muchas de las cuales sin duda se entremezclaron. Y que, por supuesto, Einstein fue un gran ejemplo de cómo el abandono de las premisas tradicionales permite descubrir paisajes nuevos y arrebatadores."

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